EL HOMBRE INTERIOR

 (publicada originalmente como «El Hombre del futuro», revista Uno Mismo nº383, pag. 32-36)

Género, esencia y personalidad

Género, esencia y personalidad

En épocas pasadas la necesidad espiritual y evolutiva era una de individualización. El desarrollo de la humanidad ahora pide servicio y refinamiento colectivo. El camino para el despertar ya no es uno de simple trascendencia humana sino también de transmutación global en muchos niveles. Nos impulsa a una concienciación grupal que valora múltiples individuaciones simultáneas. Hasta el momento presente, el desarrollo de la Conciencia espiritual y la evolución de la materia seguían rutas paralelas. Ahora la realización del individuo ocurre en dos planos: responde igualmente a las imperativas de la Conciencia y a la evolución. El individuo ha de ser único y diferenciado, y al mismo tiempo incorporar el espíritu colectivo de igualdad y fraternidad.

El género define mucho más que inclinación o función sexual. Determina un camino interior que poco tiene que ver con preferencia, comportamiento o apariencia. La esencia del ser humano no tiene género, es única y a veces muy diferente de la personalidad y su apariencia. Los que han conseguido alcanzar la plenitud espiritual, la concienciación de la personalidad, y como resultado la integración del espíritu con la forma, emanan una cualidad que trasciende género aún expresando las cualidades más excelsas del mismo.

Al encarnar en la materia, la esencia o espíritu se conforma al modelo de su género. Ofrece una ventana de percepción que nos lleva en un determinado camino de realización que se ajusta a la cultura, la época, la genealogía y la conciencia individual, repitiendo patrones e innovando formas que responden a la necesidad evolutiva.  

La humanidad actual habrá de incorporar lo mejor de sí como Conciencia dentro de lo mejor de sí como modelo humano. Esto quiere decir que cada individuo se realizará dentro del patrón de hombre o mujer “Interior”.

Características generales del género masculino

(Contrasta las dinámicas de los géneros en “Cuadro I: Yin y Yang”)

(Contrasta las dinámicas de los géneros en “Cuadro I: Yin y Yang”)

El cuerpo masculino emite fuerzas direccionales no solo estructuralmente, si no mentalmente. Ama y conoce las formas de la materia y las modela; otorga forma y medida. Esto lo lleva a moverse de manera decidida, a menudo competitivo, y fuerte física y mentalmente. En el mejor de los casos, no solo acumula sino protege territorio y es un campeón físico de causas nobles. Es constructor y hacedor. En los ejemplos más refinados, no tiene que levantar un dedo para ejercer su autoridad sobre el mundo físico. Para el hombre la fuerza yin se expresa de manera calmada y comedida, por medio de su capacidad para sostener el poder, aunque a veces parezca pasivo. En este sentido es paciente. La gama natural de expresiones físicas del hombre se manifiesta entre extremos de tiranía y debilidad, adquiriendo el equilibrio apropiado en el “hombre interior”.

Emocionalmente y de manera velada, el hombre es vulnerable, amable y soñador. La naturaleza internalizada de sus emociones le hace evasivo. Puede ser expresivo e impulsivo, pero su pasión se expresa por lo físico. Su fuerza a este nivel está en el deseo que emite y plasma en la materia. Más vale para él el contacto físico y las cosas materiales que expresen su ternura, que la insinuación emocional.

La mente lineal tiende a ser la parte más fuerte del hombre, conjuntamente con el manejo de leyes físicas. Su palabra es un mandato; conoce y ordena. Como dador de forma en nuestro mundo, es lógico e utilitario, gestiona y dirige hacia propósitos claros. Su parte yin es abstracta y desapegada, inventiva, analítica y diplomática. A este nivel la expresión masculina emocional en el hombre común vacila entre las posibilidades de ensimismamiento y fanatismo.

Espiritualmente y hasta el momento de la integración con su alma, el género masculino tiende a favorecer la humildad y el silencio. Es un buscador de la verdad cuyo sentido de honor e idealismo conforman una ética viviente. También se expresa como hermandad y generosidad, más afín con el tenor intelectual de su lógica que con la sensibilidad emotiva que caracteriza la mujer. Muy evidente en nuestra época, en donde la modalidad yin tiende a definir la expresión espiritual, los hombres manifiestan diferentes actitudes desde una extrema rigidez de pensamiento hasta esa flexibilidad excesiva que lo tilda de buenazo, blandito, y hasta un tipo-felpudo sin voluntad propia.

¿Qué es el hombre “interior”?

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El “interior” al que me refiero refleja los dictados de la Conciencia y de la materia. La Conciencia cuenta con la estructura física para expresarse y para canalizar su inteligencia y su emanación. Inevitablemente el filtro perceptual de género determinará las formas.

Vivimos un momento crítico. Los género están redefiniéndose. Reflejan a una creciente incomodidad, ansia de libertad y autenticidad que se revela impaciente, intensa y vulnerable al mismo tiempo. Nada nos satisface. El cambio que añoramos es incomprensible, invisible, y cualitativo. Se inicia con un deseo de recreación propia.

El planeta responde a la manifestación cada vez más intensa del Principio Femenino. Influye principalmente sobre el género femenino, pero también significativamente sobre el masculino. En éste articulo nos enfocamos en el nacimiento del hombre del futuro, el Hombre Interior.

Típica y tradicionalmente, el género masculino transmite una forma de fuerza bruta, pensamiento lineal y autoridad, poder absoluto, sistema y orden global. En la transición que vivimos actualmente, aunque sus impulsos y tareas sean las mismas, la influencia de la Conciencia hace que más y más hombres desarrollen su lado yin, rompiendo expectativas, sus propias fronteras, y traspasando barreras de todo tipo.

Según nuestra definición de la interioridad de género, debemos empezar por definir el género masculino por sus inclinaciones o manera de percibir, desmantelar y recrear, comprender, realizar y proyectar, más que por sus intereses, su fuerza, apariencia física o trato social. La cualidad sutil de su afecto adquiere más importancia que las formas en como lo expresa. El hombre interior se distingue prioritariamente más por el proceso de construir realidades que por las creaciones, por los medios más que por el fin. 

El hombre interior, su búsqueda y su realización

El género masculino se perfecciona siguiendo metas y pasos que son definidos mental y físicamente. Sea poeta, filósofo, científico, músico o artesano, su camino es sistemático, construyendo por medio de sensibilidades físicas y mentales. Cuando alcanza a las frecuencias evolutivas del corazón, deja de ser un hombre convencional. Su anhelo inexplicable le lleva a cruzar un abismo existencial, parecido a la mítica e ilógica búsqueda del santo grial. Nada le será suficiente y lo que acarrea consigo le es inadecuado y frustrante. Entra dentro de un mundo totalmente desconocido con un idealismo y sentido de honor infatigable. Es hasta la muerte y él sabe que nunca volverá a ser el mismo.

Grandes filósofos han descrito la jornada de la psiquis masculina. Como una sombra constante, en su interior se repite la máxima Socrática, “¡Solo se que no se nada!”. Las terribles angustias que siguen lo van madurando y tonificando para las etapas posteriores. Más y más profundamente se adentra en la cueva de Platón para perderse en su interior. De repente se enciende la luz del conocimiento, haciendo eco del planteamiento Cartesiano “cogito ergo sum”: “pienso, por lo tanto existo.” En ese instante, lo que ha sido el racionalismo masculino típico se transforma en algo mayor que se extiende hacía el limite de la intuición para convertirse en piedra angular que le permitirá establecer nuevas certezas, conexiones e insights.

El desarrollo de su sensibilidad mental gradualmente lo convierte en sabio que transmite enseñanzas por medio de palabras, símbolos, colores, texturas y tonalidades, conectando y relacionando las partes tangibles sobre el telón de fondo de lo indefinible. Mientras tanto se irgue en el amplio silencio de la No-Mente y, como lo hizo Pascal valerosamente en su tiempo, reconoce que “el corazón tiene razones que la razón no entiende.” En ese momento se transforma en “hombre interior”. Sabe porque siente por medio de la facultad refinada y aguzada de la Mente.

La razón masculina afinada e impecable confirmará una y otra vez, casi matemáticamente, lo que el alma intuye. La duda es su camino. La búsqueda de claridad, la curiosidad y la necesidad del hombre por explorar y descubrir es incansable. No para hasta que lo intangible se vuelve tangible, y entonces la llamada al servicio de la humanidad le otorga el título de maestro. Gracias a él la ciencia moderna se acerca cada vez más a la metafísica antigua y entendemos más y más lo que es la experiencia de la Verdad.

El hombre interior sabe discriminar y en su campo es osado y recto. Sabe concentrarse en sus ideales y también colaborar con otros, innovando y conservando en igual medida formal. Emana autoridad y respeto, confianza y seguridad porque respeta y confía en si mismo; ejerce liderato sin competencia, no por mérito especial sino porque le importa la humanidad más que sí mismo.

Contraste entre los géneros

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Las cualidades de genero comparten el mismo propósito evolutivo y espiritual pero se expresan sutilmente de maneras muy diferentes.

Ambos géneros pueden desarrollar fuerza física, pero la calidad psicológica del impulso en el hombre se proyecta de manera concreta como apropiación y necesidad de superarse físicamente para sentirse seguro y poderoso. El mismo impulso en la mujer apenas se define de manera concreta y en su lugar se manifiesta psicológica y espiritualmente de forma inversa. Ella atrae en vez de proyectar para sentirse llena.

Emocionalmente la expresión masculina es interna, vulnerable y frágil, tierna y absorbente. Siente miedo del compromiso emocional, aunque a nivel mental muestre confianza y orgullo en su dominio de detalles, orden y sistema, en su argumentación, estrategia y lógica. Demuestra habilidades extraordinarias para categorizar, definir y medir. Es el rey de la razón, lo que en principio confunde la mujer que suele ser desconfiada. Ella es intuitiva y su lógica a él le parece “irracional”.

Espiritualmente, el hombre conoce la fe y el desapego, la confianza y la entrega con generosidad y ecuanimidad, aunque inestable. Su fuerza se apoya en la Ley y la palabra, las fórmulas y los significados que revelan la arquitectura del universo, en abstracciones volcadas a la evolución y la formulación de teorías. Su apertura espiritual le lleva a aislarse del mundo para luego expresar y proyectar la iluminación y su inigualable sentido de unidad e integración. Por otro lado, la mujer es la guía visionaria cuyo liderato permea las energías de forma a gestar y expandir la creación condicionando el terreno dentro del cual el hombre opera.

La manifestación del hombre interior, así como de la mujer interior, es infinitamente variable. Cada uno es una expresión diferenciada del prototipo original en un desdoblamiento de creatividad sublime.

Potencial real (véase Cuadros II y III)

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Nos creemos independientes y únicos y sin embargo respondemos ciegamente a modelos, programas y creencias anacrónicas. No reconocemos que las características que incorporamos sin conciencia son oportunidades y orientaciones que nos ayudan en el proceso de auto realización y contribuyen a la elevación de la humanidad. El hombre y la mujer interior manifiestan un sinnúmero de características que podrán aparecer estereotipadas. Sin embargo las encarnan con tremendo impacto, con estilo y conciencia únicas.

Al recorrer la lista de los Cuadros II y III vemos que las cualidades responden a un estado de ser y no a una expresión específica, lo que nos deja mucho campo para la autenticidad y la diferencia, una vez logrado el manejo de las aptitudes de género, la coherencia con la personalidad, y el contacto afinado con la Conciencia.

Ningún hombre tiene su parte femenina, esta equivale a su “yin”. Ninguna mujer tiene su parte masculina, esta equivale a su “yang”. El hombre no puede hacer como lo hace una mujer, y vice-versa. Las facultades, poderes y virtudes de género se desarrollan independientemente. El desarrollo de uno influye sobre el otro, pero no puede haber progreso mientras uno se crea dependiente del otro. Los apegos y pseudo-necesidades fomentadas socialmente durante milenios como una forma de esclavitud legal son contraproducentes a la aspiración y al potencial de cada individuo dentro del prototipo universal. Tampoco es cuestión de competencia o dominación, ni física y mental al estilo más grosero masculino, ni emocional y espiritual a la forma manipuladora femenina.

La tónica ahora es autosuficiencia y confianza en el Espíritu y fuerzas interiores. Se busca una convivencia saludable de diferencias y expresiones, y un desafío inspirador estimulante. El hombre y la mujer interior son entes libres de las neurosis heredadas. Él ha llegado al mismo lugar que “la mujer interior”, solo que por diferente camino y emanando un aroma cualitativamente diferente. Allí donde ella emana la Plenitud del infinito, él emana el Silencio de lo insondable.

Nos queda un inmenso trabajo por hacer des-identificándonos de antiguos vicios y programaciones para que puedan translucir los verdaderos talentos de cada género. Los auténticos hombres y mujeres del futuro actúan en sintonía fina con la naturaleza y los astros, pero muy especialmente por medio de la voz de la Conciencia y la grandeza del Espíritu que yace dentro de cada uno.

 

º Variabilidad yin y yang en los géneros: CUADRO I

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º Habilidades: CUADRO II 

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º Características: CUADRO III

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